Algo le despertó, perezosamente abrió los ojos y quedo momentáneamente cegado por tanta luz. El único sonido que llegaba a sus oídos era el rítmico tic-tac de su viejo reloj de cuerda. Poco a poco sus ojos se acostumbraron y quedo maravillado ante lo que le mostraron...
Granos multicolor flotaban por doquier, realizando una complicada y armónica danza en brazos del viento, esas diminutas y perfectas esferas se amontonaban en fantásticas dunas barridas por cálidos y secos aires, reflejando en su superficie la totalidad del espectro lumínico, cambiaban como azotadas por otra brisa, una mágica que les impelía ordenadamente a variar sus tonalidades por grupos, ofreciendo el aspecto de un caleidoscópico arcoiris.
Lentamente se puso de pie, se sentía torpe, como ajeno a su propio cuerpo, e inmediatamente descubrió por que... era de trapo, sus manos eran de gruesa y basta tela, rellena de lana, los remates, bastante pésimamente cosidos mostraban parte de su interioridad. Sus ojos dos esferas de alfiler, lisas, frías y perfectas, su boca de fieltro pegado dejaba salir una pequeña lengua de cuero tachonada al tejido interno de su espalda, y en su pecho, un bolsillo cerrado con un botón guardaba su viejo reloj de cuerda, que latía musical y acompasadamente...
No sabía como había llegado allí, y tampoco le importó, simplemente estaba, y sabía que no podía quedarse, tampoco sabía hacia donde dirigirse, pero cuando comenzó a moverse no vaciló, cualquier dirección era buena en aquel mágico desierto.
Pronto comenzó a atardecer, y la arena que le rodeaba empezó a perder su color, en el cielo los primeros astros despertaban de su diurno letargo, centelleaban con ilusión, sus hermanos pronto les acompañarían en el paseo nocturno por la bóveda celeste. Una extraña luna de cristal asomaba por el horizonte, estaba en fase decreciente, con su mentirosa y torva sonrisa burlona.
Fascinado por las maravillas que veía continuó caminando hacia ningún lugar en concreto, paro solo una vez para abrir el bolsillo de su pecho y darle cuerda a su mecánico corazón.
Cuando la luna yacía en todo lo alto, se topó con una inmensa sombra, parecía un árbol desprovisto de su copa, seco y marchito, al acercarse y tocarlo comprobó que su textura era similar a la de la galleta, partió una de sus secas ramas y el sonido le recordó a los desayunos de su infancia, y entonces supo que lo único que se necesitaba para que aquel tronco volviera a florecer era un poco de leche mezclado con las risas de un niño...
Se tumbó un largo rato bajo aquel enorme mastodonte, observó plácidamente el lento y sosegado caminar de las estrellas junto al sereno navegar de la luna, tal visión conmovió tanto su alma que sintió deseos de llorar, y sin siquiera proponérselo, se descubrió llorando dichosas lágrimas. Dulces y blancas lágrimas brotaron a raudales de sus oscuros y esféricos ojos, regando el lecho de aquel tostado tronco.
Cuando hubo acabado de brotar la última lágrima supo que debía continuar, se levantó y con paso tranquilo se alejo de allí, siguiendo tan solo un impulso y su propia y apremiante certeza.
Sus pies dejaban unos irregulares surcos sobre la arena, surcos que cuando eran dejados atrás escapaban invariablemente a su influjo y se dedicaban a campar a sus anchas, mas de una vez alguno le adelantó, llevándose como reprimenda una torva mirada.
Sin darse cuenta acabó frente a unas murallas, coronadas por sinceras almenas, protegidas por celosos e indómitos guardas de papel, la rodeó y se situó frente a sus puertas, allí, bajo la atenta y escrutadora mirada de sus guardianes esperó, al poco, estas se abrieron silenciosamente, dejando ver el interior de aquella susurrante ciudad.
Un fino, lento y melancólico sonido de trompeta flotaba sobre aquella ciudad, las puertas de sus casas estaban cerradas, apenas si salía luz por sus ventanas y olía a insomnio...
Sus habitantes le espiaban al pasar, preguntándose que demonios hacía allí, cuales eran sus intenciones o si debían hacer algo para detenerlo.
Paró delante de un inmenso edificio fabricado con corcho, las puertas cerradas, un cartel decía: !!SILENCIO!! Descolgó el cartel y penetró el umbral, dentro, había miles de estantes diseminados por cientos de estancias, todas ellas ocupadas por grises botellas. Se acerco a uno de los estantes más cercanos y cogiendo cuidadosamente una botella la destapó.
JAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJU- brotó alegre del recipiente, y escapó como una exhalación por la puerta.
Furioso, comenzó a romper uno tras otro los cristalinos contenedores, dejando escapar una miríada de carcajadas, infantiles, maduras, graves, risueñas... de todos los tipos y texturas, profundas o superficiales, no paró hasta que solo quedo un recipiente, uno más grande que los demás, recubierto por una funda de la misma tela que lo recubría a él. Este no lo rompió, lo destapó y bebió todo su contenido, tras lo cual brotó de su boca de fieltro una larga, salvaje e hilarante risotada, los muros de corcho comenzaron a temblar y a resquebrajarse, su risa no cejaba por lo que la estructura comenzó a derrumbarse al no poder aguantar semejante presión.
La ciudad volvía a quedar al descubierto, pero ya no sonaba el melancólico lamento de trompeta, ahora retumbaban en sus muros las risas que retornaban a sus vecinos, empujándolos a salir a sus calles y comenzar a hacer piruetas, cabriolas y bailes.
Dejando a aquellas gentes con sus asuntos sin resolver se encaminó a las murallas y salió por la ahora destrozada puerta de entrada adentrándose nuevamente en la desértica noche.
La noche ya duraba demasiado, hasta las estrellas se habían cansado de su lento caminar, y la luna añoraba sus suaves sabanas, él también quería luz, las maravillas de la noche solo deben disfrutarse por un tiempo limitado, demasiado y todo pierde su color.
Sus pies lo llevaron a una montaña, enorme, como ninguna otra, negra como la obsidiana, y al igual que esta en su cuna, caliente, hirviente diríamos. Se detuvo frente a un insalvable e insondable acantilado que separaba el desierto de aquella titánica roca, abrió el bolsillo de su pecho, dio toda la cuerda que pudo a su fantástico y antiguo reloj, y dejó que se escurriera de entre sus manos hacia las abisales profundidades...
...quieto, sin movimiento ya, las multicolores arenas respetan un pequeño y sonriente cuerpo de trapo sentado bajo un frondoso árbol de galleta con hojas de chocolate, cuando el viento pasa por su boca parece convertirse en una larga, salvaje e hilarante risotada, de sus ojos brotan ríos de leche a la luz de los astros, mientras todo gira como un reloj...
3 comentarios:
O.o cada vez me gustan mas tus relatos!!!!!! Me parece Impresionante!!!!!!!! :) buenisimo Paco!! Es un cuento lleno de fantasia. Jo! Me encanta!
O.o cada vez me gustan mas tus relatos!!!!!! Me parece Impresionante!!!!!!!! :) buenisimo Paco!! Es un cuento lleno de fantasia. Jo! Me encanta!
^^ Muchisimas gracias por leerme!!! Me alegra que te haya gustado :))
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