La mazmorra era fría, húmeda y lúgubre, como debe ser una mazmorra que se precie, ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba allí encerrado, a veces incluso pensaba que había nacido allí, entre las oscuras rocas, filtrado por las vetas de la pared y recogido por el duro y adoquinado suelo, pero solo era un sueño, una suerte de pesadilla mas llevadero que la propia realidad.
El sol solo llegaba por una estrecha rendija, e incluso parecía que este, tuviera miedo de entrar por si nunca mas pudiera volver a salir. El agua, era el único elemento que parecía encontrarse a gusto allí, incluso el aire se encontraba enrarecido.
En los días que estaba de buen humor, soñaba con escapar junto a uno de los escasos rayos de luz y rebotar juguetonamente contra las cálidas superficies de los seres vivientes que deambulaban por los contornos, calentar los vientos, reflejarse en los vívidos colores de una mariposa y posarse a descansar sobre la amable y sabia corteza de un árbol...
En los días en que su humor se ensombrecía, que eran prácticamente la mayoría, soñaba con ser el gélido aliento del tiempo y desgastarlo todo con su toque, los muros de la prisión, la tierra circundante, los cercanos bosques y arroyuelos. Soñaba con desgastar los mismos cimientos de la realidad para así acabar con su cautiverio...
Y algunos y extraños días recordaba vagamente como había acabado así...
Querido y adorado por todos, era la satisfacción colectiva, las ganas de vivir, la curiosidad y el sentido de las cosas, la gente lo adoraba, lo necesitaba, y él los colmaba con sus caricias, llenándolos de paz y felicidad.
Pero nunca tenían suficiente, y cuando los dejaba para ocuparse de alguien más necesitado, se irritaban, temían, envidiaban, con el tiempo algunos decidieron que no debían compartirlo, que solo ellos eran merecedores de sus atenciones, así que lo raptaron y decidieron guardarlo para ellos solos, comenzaron a construir su caja. Él intentaba disuadirlos, intentaba volver a hacerles felices, pero cuanto más lo intentaba, más los motivaba, tal era su extraño concepto de las cosas, más ansiaban ser únicos poseedores...
Al final, encerrado, sus carceleros y únicos visitantes se deleitaban sin medida de sus atenciones, pero aun no contentos comenzaron a confabular unos contra otros, perpetrando terribles asesinatos, hasta que al final ninguno quedo, ni siquiera para visitarlo...
Así pasaron los años, las décadas, los siglos, y en su caja aguardaba enloquecido por no poder cumplir su función, enloquecido por el injusto cautiverio, enloquecido por... enloquecido al fin y al cabo...
La mazmorra era fría, húmeda y lúgubre, como debe ser una mazmorra que se precie... la mazmorra no tenía paredes, ni suelo, ni techo, ni puertas, ni ventanas... la mazmorra ya solo estaba entretejida de sentimientos, costumbres y olvidos, y llevaba tanto tiempo encerrado que había olvido que ya podía salir...
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