domingo, febrero 21, 2016

En una lejana orilla...

En una lejana orilla un mar de estrellas se apaga, su fuego ya no calentara mas amaneceres, sus formas no dibujaran mas sueños, su luz no guiara a mas soñadores...

En una lejana orilla un sueño, ya desgastado por el tiempo, titila entre la penumbra, su arena ya rancia se vierte por el cono de un reloj agotado por el uso...

En una lejana orilla un ser humano muere, sus huesos se pudren entre montículos de sucio sábulo sin mas esperanza que engrosar las lomas cuando la erosión acabe con ellos...

En una lejana orilla el silbido del viento ya no formara mas música ni jugara con las formas dándoles vida...

En una lejana, muy lejana orilla, donde todo comenzó en un instante, un cactus desafía la sequía y el insalubre ambiente. Sus espinas rasgan la injusticia que le rodea, sus raíces lo sostienen firme en el resbaladizo terreno, su reserva acuosa, imbuida por la esperanza lucha contra el seca y asfixiante realidad. Una estrella, un anhelo, un hueso y un suspiro son sus padres...

En una lejana orilla un cactus finaliza su existencia, y de el brotan infinitas y espumosas olas que desparramándose por doquier hidratan y colman todo a su alrededor...

En una lejana orilla vuela una suave y fina pluma que es guiada por las corrientes de un magnifico y mágico océano...

Luz Sin Color

En un viejo techo descascarillado pende una pequeña bombilla, rodeada de un roto plafón su tenue y exánime luz crea mas sombras que claridad. Ajadas paredes de las que cuelgan trozos enmohecidos de pintura se dibujan con su luz, si acaso la escasa iluminación acrecienta la desolada figura que forman, la suciedad dibuja caóticas y caprichosas formas sobre el escaso y roto mobiliario de la habitación. Las descolgadas persianas parece que impidan la entrada a la profunda oscuridad que se agazapa tras ellas, mientras, los segundos, las horas, los días, los meses, los años, las décadas, los siglos, los milenios y los eones la desgastan sin parar...
Pero no siempre fue así, hace tanto ya que parece un sueño cuando iluminaba exquisito y rico mobiliario lleno de colores y formas, las paredes cambiaban tan a menudo de color que a veces parecía que un arco iris había quedado atrapado en esos muros. Las persianas recogidas dejaban que las tonalidades del exterior se mezclaran con las del interior mientras el polvo flotaba mecido en las radiantes ondas de luz, y nunca llegaba a posarse del todo, a su vez multitud de sonidos vibraban y chocaban con todas las superficies hasta hacer oscilar el fino e incandescente filamento luminoso.
Ahora, flotando en una roca a la deriva, rodeada de escombros y oculta tras unas desvencijadas persianas sigue brillando, sin color alguno, sin motivo alguno, sola, tan sola como se puede estar cuando eres tan rara y única que te niegas a seguir el curso natural de las cosas, tan sola como cuando sales del curso y del tiempo establecidos, tan sola como cuando esperas algo imposible...