Sus tacones se habían partido, pero seguía corriendo, la necesitaban, nunca había fallado, siempre mantenía su palabra, sus tatuajes brillaban, los potenciadores trabajaban al máximo, cada paso la impulsaba a una distancia inverosímil, la gente apenas podía apartarse, solo lograban atisbar una pálida figura con una azulada estela tras ella.
Corría, corría como en su infancia, el tiempo era su enemigo, en aquellos tiempos, solo lo hacía para sobrevivir, en la calle el lento esta muerto. Robaba, hacía recados, era lista, y siempre mantenía su palabra, incluso cuando perdió la pierna, incluso cuando la violaron, incluso cuando le quitaron los ojos, no habló... por eso la reconstruyeron, mejor que antes, menos humana, mas letal...
Su objetivo estaba cerca, ya podía verlo con sus implantes, unos multicolores ojos, fríos, metálicos, ojos que no parpadearon al tomar su venganza, que no apartaron la mirada de sus torturadores, unos ojos que nunca mentían...
Saltó el muro como si de un ligero bache se tratara, giro en el aire, y lanzando con mortal precisión su bolso, golpeó el control de seguridad, estallando en una anaranjada llamarada. Tocó tierra y siguió su rápido avance hacia la gran mansión, luces y sirenas sonaron por doquier. Sin tiempo, opto por ir directamente, abrió su brazo derecho derramando un oscuro líquido, y una fina y larga hebra verde surgió, al final de ella una pequeña y luminosa esfera la remataba, cerrando de nuevo su brazo, cogió el alargado hilo y lo hizo girar sobre su cabeza, en grandes círculos sobre ella, el eléctrico sonido era el preludio a una muerte segura, todo lo que se interponía entre aquel hilo y su movimiento quedaba seccionado, algunos robóticos guardias intentaron pararla, ninguno logró computar que pasó.
Tiempo, si solo lo hubiera visto antes, si hubiera escuchado a su instinto...
Aquella mañana primaveral algo se revolvía en su estómago, la habían llamado con prisas, eso no le había ocurrido nunca desde su renacimiento, algo no iba bien, pero aquella dolorosa noche dio su palabra, ahora restaba un último trabajo, y por fin, la libertad, ansiada, soñada.
El local llevaba cerrado mucho tiempo, por eso todo estaba enmohecido y sucio, nadie entraría y les molestaría, al fondo, una destartalada barra, el maletín de costumbre no estaba, en su lugar había una pequeña figura sentada, su visión era perfecta e inmediatamente descubrió que era una niña, de unos diez o doce años de edad, delgada, vestida con harapos, para su sorpresa la niña miraba en su dirección, la había visto pese a su usual discreción, era buena.
Se acerco con paso firme, ahora era rubia, de pelo corto, ojos negros, nariz fina, labios tristes, metro setenta, delgada, casi nervuda, lucía en la espalda un enorme dragón que desafiaba a todos los viandantes que la miraran de espaldas y multitud de piercings le conferían un amenazador aspecto.
Se paro delante de la niña, esta ni se inmutó, mantuvo su mirada, aquellos ojos verdes no parecían tener miedo, solo observaban y evaluaban, tras un rato en silencio, la niña dijo -¿Cósmica?
Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza sin decir nada.
-Bien, yo me llamo Miranda y vamos a trabajar juntas-
Siguió callada, pese a su frialdad Miranda no se amilanó y siguió hablando.
-Antes de comenzar tengo que pedirte algo...
-¿que?- fue lo único que respondió.
-Que saldré viva de esta...
Allí estaba, y nada podía detenerla, robots, humanos, armas, todo caía a su paso, el árbol tatuado en su espalda brillaba cada vez que absorbía un impacto, pronto el último obstáculo cayó. Las puertas frente a ella, de un potente golpe las abrió, conecto el buscador, allí no había inhibidores, la señal llegaba clara, estaba en el sótano. Encontró las escaleras y bajó, esperaba encontrar resistencia, pero no hubo ninguna, aquello era una trampa.
Llegó a una amplia y vacía estancia, iluminada por una potente luz central, dos enormes figuras la esperaban, una de ellos agarraba una pequeña figura, como una muñeca rota colgaba del pelo, la sangre manaba de múltiples heridas, inerte...
Lanzó lo que le quedaba de su zapato rompiendo el foco, ella estaba preparada, por lo que el paso a infrarrojos lo hizo antes que sus enemigos, solo necesitaba eso, uno cayó inmediatamente, el órgano artificial que bombeaba los nutrientes en su mano. Arremetió al otro con su luminosa hebra, pero ya estaba preparado, choco contra una chisporroteante barrera y resbalo sobre ella, una lobuna sonrisa cruzo el rostro de Cósmica, soltó su arma, giró con todo el cuerpo para darle inercia al torso de su adversario caído, lo lanzó contra su compañero y un fogonazo a cortocircuito surgió cuando impactaron. Ella ya estaba al otro lado agarrando de nuevo el mortal hilo, lo lanzó, una cabeza salió disparada, la mano aflojó su presa y la niña cayó.
Escaneó velozmente la estancia, parecía que no había ninguna sorpresa más, se acerco a recoger a Miranda, comprobar si aun había cumplido su promesa, la giró, respiraba, la niña abrió los ojos y le sonrió, ella le devolvió la sonrisa... su corazón se paro, cayó de lado, aquellos ojos no eran de una niña, ella lo fue una vez, y sabía como eran, no así, no tan fríos y desapasionados.
-Por fin, creía que no lo lograrías, pero como me habían dicho, si estas motivada, eres la mejor.
La niña se levanto, miro sus heridas con cara de fastidio -Uf, con lo caro que es clonar tu cuerpo y luego trasvasar la conciencia, pero reconozco que ha merecido la pena.
Pese a no poder moverse funcionaba con la energía de reserva, sus funciones cerebrales estaban preservadas, miró a su antigua asociada, esta se percató, y mostrando la mano señalo un pequeño anillo -Me costo mucho, murió antes de dármelo, pero cometió el fallo de guardar un diseño tuyo en sus ordenadores.
La primera vez que abrió los ojos tras su renacimiento él estaba allí, deforme, mutado, uno de esos pobres que nacen cerca de áreas contaminadas, casi todos mueren, pero otros sobreviven, y demuestran habilidades fuera de toda escala, así era Mimoide, algo extraordinario, creador del único biocibercuerpo existente. Trabajaba para malas personas, pero siempre lograba que sus acciones repercutieran en algo bueno, sus creaciones solo mataron a asesinos, violadores y criminales. Sobre todo, lo que mejor se le daba era anticiparse. Una vez, cuando todavía no estaba completada le dijo -Mis posibilidades de salir de esto son nulas, pero tu lo harás, en tu último trabajo querrán eliminarte, es lo usual, pero te liberaran de todas tus promesas...
El sistema se reinició, tan rápido como silencioso, la niña se había girado para coger una de las armas de los muertos, no se enteró de nada, calló al suelo, su última promesa...
Sus ojos, ahora de un marrón vivo, miraban al nuevo amanecer, su tercera vida, toda para ella...