domingo, diciembre 17, 2006

Diosa

Su pelo era sorprendente, cuando la luz traspasaba esas preciosas hebras castañas reflejaba tonalidades nunca antes vistas, tonalidades con las que cubría dos delicadas y finas orejas. La uniforme superficie de su piel no desvelaba defecto alguno, con solo verla daba la sensación de una cálida caricia capaz de derretir hasta el más frío témpano, capaz con un roce de contraer cualquier corazón. Sus finas cejas castañas y aterciopeladas daban una alegría a su rostro inigualable, a uno le entraban ganas de perderse en sus contornos. El mentón y los mofletes recordaban a las historias sobre hermosas sirenas, mientras su nariz, fina y pequeña realzaba la armonía que existía entre sus rasgos, debajo, su boca, sensual, perfecta, dos labios rojos que sugerían arrebatadoras sonrisas flanqueadas por dos graciosos hoyuelos, y cubrían una deslumbrante hilera de magnífico marfil. Por último, sus enormes y oscuros ojos parecían dos pozos infinitos capaces de albergar al mismísimo universo, capaces de perderse una eternidad en ellos. Si, era preciosa, y todos los días pasaban delante de ella miles de personas, muchas se detenían a observarla quedándose arrebatados por su belleza y magnetismo, su ropa cambiaba con las estaciones, siempre a la moda, cayendo con un perfecto corte sobre su estilizado cuerpo. Mientras creaba modas, ellas querían parecérsele un poco aunque fuera, y ellos la amaban en silencio, buscando siempre algo que se le asemejara. Impertérrita al tiempo conoció a cientos de generaciones, alentando e inspirando los mismos sueños en unas y otras. Al final solo quedó ella, protegida por su fina vitrina de cristal, mientras alrededor todo cambiaba, a la espera de algún día volver a inspirar a alguien con la misma intensidad, y convertirse de nuevo en una diosa…

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